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2.6.14

EL FILÁNTROPO ERRANTE

La ciudad de Murcia cuenta con el Malecón como uno de sus espacios de expansión y disfrute para corredores, ciclistas, patinadores, convalecientes y simples paseantes. 
Se trata de un camino cuya elevación se configuró inicialmente para la contención de las avenidas de ese río Segura que suele transcurrir escaso y, hasta antes de su encauzamiento, era dado a salirse de madre en cuanto las lluvias arreciaban por la parte superior de la cuenca.

El Malecón se adentra en la cada vez más escasa huerta murciana proporcionando una agradable insolación en los días del húmedo invierno, un espectáculo visual de rojos atardeceres en otoño y un festival de aromas de frutos y flores en primavera. 


Son muchos los murcianos que lo recorren a diario como un ejercicio casi ritual, marcándose metas según los diferentes hitos con que cuenta: hasta los Maristas, que comprende el primer tramo,  hasta las Cuatro Piedras, donde el Malecón se cruza con la carretera que accede a pedanías huertanas, o hasta don José María Muñoz, es decir, hasta el final del recorrido de poco más de un kilómetro y medio.

No todos conocen quién es este señor ni qué hizo para que cuente con un tributo a su memoria, pero todos saben su nombre y conocen su frontal y su dorso, pues lo habitual es llegar, rodear el monumento y emprender el camino de regreso. 
El monumento hace referencia a un personaje que, nacido en Extremadura, vivió, en la segunda mitad del siglo XIX, en Alicante.

En 1879 Murcia sufrió una de sus peores inundaciones, la llamada "riada de Santa Teresa" por haber sucedido el 14 de octubre, víspera de la conmemoración de la santa. Entonces muchas familias perdieron a alguno de sus seres queridos, quedaron en el desamparo, o vieron cómo sus bienes y sus pequeños terrenos. eran arrasados por las aguas. La situación, extremadamente grave, afectó no solo a esta ciudad, sino que otras poblaciones como Orihuela, en la provincia de Alicante, Cuevas de Almanzora, en Almería, e incluso la provincia de Málaga, también sufrieron el embate del agua.








El señor Muñoz gozaba de una desahogada posición económica y poco tardó en prestarse a socorrer a los damnificados de la catástrofe con una generosa cantidad, pues si la riada fue el 14, el día 22 de octubre leemos en El Diario de Murcia, en una gran esquela que ocupa toda la página, un elogio entregado al señor Muñoz:

Corazón generoso alma grande,reciba V. el saludo entusiasta de un murciano. V. es el que ha donado expresamente para la ciudad de Murcia 3.316,000 rs. en títulos del 3 por 100, equivalentes a más de 26.000 duros, V. que no tiene en esta ciudad ni tierras perdidas ni colonos empobrecidos, V. que obra solamente por el sentimiento de humanidad, es V. hoy la gran personificación de la caridad con que España entera acude al socorro de Murcia.

Indudablemente, la ayuda que proporcionó Muñoz fue recibida como el maná en el desierto y es de suponer que, tanto Murcia, como Orihuela y Cuevas de Almanzora, que son algunas de las poblaciones a las que llegó esa ayuda, estarían inmensamente agradecidas ante semejante gesto de altruismo. En Murcia, incluso, se llegaron a vender retratos a tamaño real del filántropo a 8 reales, según reza en un anuncio el ejemplar del Diario de Murcia de 9 de abril del año siguiente.





Seis años después, El Oriolano publicó una noticia que hablaba del modelo a lápiz de una de las cuatro estatuas que se habían fundido en Santander para homenajear al señor Muñoz. En ella indicaba cómo era el pedestal. Estas indicaciones se seguirán para los pedestales de las cuatro estatuas idénticas que fueron enviadas para ser colocadas en Alicante (lugar de residencia del señor Muñoz), Cuevas de Almanzora, Orihuela y Murcia:
Dicha estátua es de mayor tamaño que el natural, llevará en su pedestal los nombres de los pueblos en donde el Sr. Muñoz distribuyó sus riquezas para socorrer las víctimas de la desastrosa inundación de 1879, estará rodeada de elegante verja...


Quién encargó esas estatuas y con qué dinero se realizaron, es algo que todavía no queda claro, pero todo parece apuntar a que Muñoz se sentía merecedor de homenajes y podía costeárselos.



En julio de ese mismo año, 1886, llega a Murcia la destinada a Cuevas de Almanzora (a donde será trasladada vía Lorca) y, a finales de mes, se recibe la que se ha de colocar en la propia Murcia, que se deposita en el salón bajo de plenos del Ayuntamiento.


Habida cuenta de que esa escultura es algo sobrevenido y que el Ayuntamiento no había contado con su existencia, la decisión del lugar donde debía ser ubicada tardará en tomarse. 

Se barajarán varias opciones, entre las que se cuentan la plaza de Monassot (actual Santa Catalina), el final del Malecón o la plaza de las Barcas. 



Tras años de indecisión, se elige la plaza de Camachos como el lugar idóneo para que luzca esa estatua que, si bien no es de gusto de muchos, se realiza con fondos que no son de la ciudad y, como se dice en un diario, "a caballo regalado no se le mira el diente". 

El pedestal, tres veces más alto que la figura, fue diseñado por Marín Baldo, entonces arquitecto municipal, y se elaboró en Cartagena. La estatua queda colocada el 13 de diciembre, aunque no se da por terminado el monumento hasta marzo del año siguiente, 1889.


La imagen del benefactor permanecerá en Camachos 32 años, hasta que la reforma de la plaza obliga a retirarla. Volverá entonces a ocupar un lugar en el Ayuntamiento, esta vez en el patio, tumbado en el suelo, donde durante una década su destino volverá a ser objeto de dudas.
En agosto de 1931 se propone que sea instalada sobre el pedestal que quedó huérfano en abril tras los altercados producidos a raíz de la proclamación de la Segunda República. Éstos habían dado al traste con la imagen de San Francisco de Asís. 

En septiembre figura, como una actividad de las fiestas, el descubrimiento de la estatua a la entrada del Malecón; sin embargo, el día 12 leemos en El Tiempo que ha de ser aplazado dicho descubrimiento por no estar terminado el pedestal a tiempo. Esto puede significar, o que se decidió hacer un nuevo pedestal, o restaurar el que sostuvo al santo pero, en cualquier caso, el proceso estaba inconcluso. 

Se vuelve a programar para diciembre, incluso se cuenta con la asistencia del gobernador civil de Badajoz, en representación de la región donde está la tierra natal del homenajeado, pero otra vez se suspende y no se hará efectivo hasta dos años más tarde.

El periplo del filántropo termina cuando, algún tiempo después, es trasladado al final del Malecón, colocado sobre un pedestal venido a menos, desde el que sigue contemplando, con su levita y su medalla, la perspectiva del paseo. 





Un paseo que, gracias a su aportación, fue consolidado tras la riada, y por el que actualmente transitan muchos que no conocen su historia ni el porqué está allí, pero que hacen de él elemento imprescindible como uno de los objetivos de su itinerario.







FUENTES:
Diarios El Bazar MurcianoDiario de Murcia, Don CrispínJuventud Literaria, Levante AgrarioEl Liberal de MurciaLa Paz de Murcia, Las Provincias de Levante, El Tiempo La Verdad de Murcia, de los años 1789 a 1935.

Fotografías:
Gaspar Muñoz Cosme 

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