Que en los últimos años la base económica de la Región de Murcia ha sido la construcción de viviendas de forma incontrolada y prolífica, es algo evidente y demostrado.
Esta región tuvo, anteriormente, unas actividades muy distintas como soporte económico, a saber: la agricultura, la conserva y el transporte.
Tratándose, como se trata, de una tierra fértil y agradecida con el agua, hasta los años setenta el sustento de esta comunidad estaba en generar unos productos agrícolas de primera calidad; muchos de ellos, procesarlos y envasarlos para poder consumirlos durante todo el año y, cómo no, hacerlos llegar al resto del país y fuera de las fronteras nacionales.
Esta industria habría sido un motor importante de desarrollo si se le hubiera dado el soporte institucional que se merecía y se hubiera hecho de ella la plataforma sobre la que se moviera el crecimiento de la región.
Pero llegó la denominada cultura del ladrillo. Comenzó así una expansión urbana apoyada en la especulación y el incremento abusivo de precios, pero... daba trabajo. Una gran parte de la población murciana dependía, directa o indirectamente, del sector de la construcción.
Con la tristemente famosa burbuja inmobiliaria, la economía regional se vino abajo, quedaron muchas familias sin ningún ingreso económico y, eso sí, tenemos cientos y cientos de viviendas embargadas por los bancos y cerradas, cuya venta ahora es difícil, sobre todo si se pretende seguir poniendo el listón del precio a niveles inalcanzables para el pueblo llano.
Los años de la crisis, generada en gran parte por esa situación descrita, han sido, y siguen siendo, de recortes y contención en el gasto; por eso no deja de sorprender que ayer por la tarde se inaugurara una escultura pública.


La figura y la base están realizadas en acero corten, y los frutos, al igual que esas placas de agua de la base, de vidrio soplado.
La placa conmemorativa, realizada en hormigón (posiblemente para evitar sustracciones indeseadas) tiene sobrepuesta la leyenda HOMENAJE AL AGRICULTOR y lleva adosadas las insignias de todas las entidades promotoras.
Una instalación lumínica interior completa la escultura que, según los autores, se convierte en otra escultura diferente por la noche.
El homenaje es justo y la iniciativa es buena, si no fuera porque posiblemente no son tiempos de inauguraciones de esculturas públicas, estando la situación laboral y económica como está, porque el Homenaje al Agricultor se suma a los anteriores habidos en esta ciudad: Al Huertano, de Manuel Nicolás Almansa, y Huertanos, de Diego Mirete Tormo, y porque el lugar deja poco espacio para la contemplación extática habida cuenta del nutrido tráfico existente en esa plaza durante todo el día.

Estos niños, que sostienen “otra” bola del mundo en sus manos, parecen contemplar al Agricultor sin saber muy bien de qué se trata.
El día antes de inaugurarla, alguien me comentó “¿Sabes que han puesto un homenaje al Mundial de Fútbol en Díez de Revenga?”.
Ahora queda esperar a ver qué mote le ponen los murcianos a la nueva y reluciente obra.